Habemus retrofit: Francia ya permite homologar las conversiones de coches diésel o gasolina en eléctricos con un simple trámite

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Francia ha legalizado y regulado la actividad del retrofit, el convertir un viejo coche o un clásico en coche eléctrico de batería o de pila de combustible (fuel cell) es ahora más fácil al otro lado de los Pirineos. Desde el pasado 3 de abril la conversión de un coche térmico en gasolina es legal y se puede homologar de forma administrativa. Esto abre la puerta a que en países con una legislación estricta en este aspecto, como España, puedan seguirle los pasos.

La norma gala prevé que cualquier vehículo de cuatro ruedas o más y con motor térmico de más de cinco años (ya sea coche, camión o autobús) puede convertirse en vehículo eléctrico. En el caso de las motos y los vehículos de tres ruedas, el límite es de tres años.

El problema es que en Francia, desde una ley de 1954, no se puede cambiar el motor de un coche por otro que no sea el motor con el que se ha homologado sin la autorización escrita del fabricante. Algo imposible de obtener, evidentemente. La otra solución consistía en homologar el coche a título individual, es decir, una misión imposible en Francia. Sin embargo, con esta norma que ha obtenido el beneplácito de la Comisión Europea y que crea un marco técnico, administrativo y económico, el cambio se ve simplificado a nivel administrativo.

En España, el retrofit es legal, siempre y cuando el coche pase la correspondiente homologación. Pero esa homologación se hace siempre caso por caso y es un proceso muy laborioso y costoso. Sin embargo, en la norma gala, el taller autorizado que ha efectuado el retrofit solo tendrá que homologar una vez el coche. Por ejemplo, homologará una vez la conversión hecha en un SEAT Ibiza de primera generación. Para las siguientes conversiones sobre el mismo tipo de SEAT Ibiza, ya no tendrá que pasar la homologación, será un simple trámite administrativo.

El objetivo del retrofit es aumentar el parque de coches eléctricos dando una segunda vida a coches (reduciendo así las emisiones de la fabricación de un nuevo coche), atraer al coche eléctrico un público sensible a los “hierros” o simplemente que prefiere gastarse 15.000 euros en una conversión de su viejo coche en lugar de desembolsar mucho más para uno nuevo.

Una norma que quizá llega tarde

En teoría, todo son ventajas. Sin embargo, hay dos factores que juegan en contra del retrofit. El primero es la propia norma que impide instalar motores de mayor potencia que el motor térmico que equipaba. Ya no podemos olvidar de un Ford Fiesta con motor de Tesla… En este caso, es para limitar el coste de la transformación y mantener la seguridad original del coche.

Poner un motor eléctrico de 300 CV o más en un Ford Fiesta implicaría, como mínimo, amortiguadores y muelles diferentes de los originales, vías más anchas, ruedas más grandes y anchas (lo que llevaría modificar la carrocería) e incluso con la frenada regenerativa, frenos más potentes. Al final, se modificarían drásticamente las características con las que se homologó el coche inicialmente.

El segundo factor es el precio de algunos coches eléctricos nuevos. Hasta hace poco, era casi imposible ver un coche eléctrico nuevo por menos de 30.000 euros sin contar las ayudas e incentivos. En la actualidad, ya se empiezan a ver modelos más asequibles, como el SEAT Mii Electric que ronda los 20.000 euros sin ayudas a la compra o incentivos. Con el tiempo, el precio de los coches eléctricos se irá equiparando con el de los térmicos y algún día serán incluso más baratos.